Claudia Rubins. Psiquiatra forense.
Argentina
Veintitrés años de profesión, con actividad clínica y trece como perito judicial han despertado mi interés por este tema. En un extremo, encuentro las/os adultos que sufren secuelas de AS, en el otro, las niñas y niños abusados, todos trasmitiendo "en carne viva" sus dolorosas vivencias. En este momento de mi praxis estoy convencida que, la posibilidad de identificar los trastornos secuelares del ASI (abuso sexual infantil) requieren de experiencia y entrenamiento específicos, tanto que los adultos víctimas de estas experiencias, excepcionalmente las traen como motivo de consulta y la información aparece espontáneamente sólo después de años de tratamiento.
Puedo recoger una estadística de los últimos dieciocho años, en un total de 889 pacientes, entre los que se cuentan quienes concurrieron a la consulta externa y con los que inicié el contacto durante una entrevista solicitada, en interconsulta pedida por un colega de otra especialidad, o en situaciones de evaluación con finalidad laboral o de algún trámite oficial. No puedo incluír los pacientes atendidos los primeros cuatro años de mi praxis dado que el material clínico pertenece a las instituciones hospitalarias en las que participé.
En general, sólo pudieron ser verbalizados luego de transcurrido largo tiempo de tratamiento, en condiciones de mucha confianza de parte del paciente, y - en algunas oportunidades - relacionados con alguna situación actual que resultaba evocadora - y por lo tanto, traumática- de aquello acontecido en la infancia. Me pregunto cuántas consultas o tratamientos habrán finalizado sin que ni yo advirtiera ,ni mi paciente sintiera el resguardo y cuidado suficientes para expresar estas vivencias.
En ninguno de los casos, la patología presentada era leve.
En los hombres, siempre hallé patologías severas y deteriorantes (esquizofrenia, graves enfermedades psicosomáticas, trastornos en la identidad sexual, etc). Las pacientes presentaban también graves cuadros, desde trastornos psicóticos (casi el 50 %) hasta trastornos de personalidad, alimentarios , distimia y severas enfermedades psicosomáticas. Destaco las graves perturbaciones relativas a la autoestima, que interfiere profundamente en la vida cotidiana - en todas las áreas - pero fundamentalmente en las relaciones interpersonales y la vida sexual. Sin intenciones de describir un sindrome, ni un cuadro específico y excluyente de otros cuadros clínicos, iniciaré una descripción de una cantidad de síntomas que he encontrado en las personas adultas que presentan antecedentes de abuso sexual infantil.
Los sentimientos de vacío
Las vivencias de vacío, torturantes y de difícil comprensión para el propio paciente, merecen especial atención de parte del clínico: ...."...¿por qué siento como un agujero dentro mío?....¿por qué a veces mi vida parece en blanco?...." (textual)
Los síntomas disociativos
"...tengo que abrir los ojos para darme cuenta bien con quién estoy... me parece que me pasan de nuevo esas cosas..." cuenta angustiada una señora de más de sesenta años, haciendo referencia a momentos de la intimidad con su marido... "...no puedo creer que esto me siga molestando después de tantos años...." Los mecanismos disociativos, utilizados con privilegio en la infancia, llegan para quedarse e irrumpir en el psiquismo en diferentes ámbitos de la vida. "...es como tener divididos los pensamientos.....y cuando te descuidás, se te mezclan y aparece lo que no querés acordarte...." Aparecen en la sexualidad, como ideación fóbica u obsesiva, como síntomas conversivos, etc.
La vida sexual
Las máximas populares de "niño violado, futuro violador" aún no han podido ser confirmadas. Más allá de la incidencia - en victimarios de abuso- de historias de AS en su infancia, la secuela más frecuente en la vida sexual de adultos que fueron víctimas de abuso son las disfunciones sexuales, desde anhedonia hasta frigidez e impotencia. Asimismo, resulta un dato redundante en las/os víctimas de abuso en la infancia, que sus propios hijos/as resulten agredidos. Nuestro postulado - a confirmar- es que, este mecanismo disociativo - instrumentado desde la infancia- es el que favorece la existencia de un "escotoma" que no deja ver los riesgos que corren al respecto los propios hijos.
Por otra parte, del desarrollo anterior se desprende que, en muchas ocasiones, la elección de pareja ha incluído, de manera inconciente, una persona con características perversas, que provocará daño a sus niños/as.
Posibles patologías:
Esquizofrenia, trastorno bipolar, trastornos de personalidad, del estado de ánimo y graves enfermedades psicosomáticas (de hecho, a algunos de los pacientes los conocí en interconsulta, internados por graves afecciones orgánicas digestivas). Perturbaciones menos específicas incluyen: alteraciones en la vida sexual (desde anhedonia a promiscuidad y prostitución) y presentaciones polimorfas, al modo de neurosis que, fundamentalmente, se relacionan con problemáticas de la autoestima, identidad ó autoimagen. Aparecen "como si " fueran trastornos alimentarios, crisis de pánico, fobias, ideación pseudo-obsesiva o histeriforme y abuso de sustancias, personalidades múltiples, pedofilia.
Por otra parte, como testigo de cientos de niños que han revelado estas historias, como acompañante a veces de su testimonio cruento y desgarrado, creo necesario insistir en las severas secuelas, que comienzan a ser aún más graves cuando arremete el descreimiento. Por estas épocas, desgraciadamente, contra la mínima voz de los niños lastimados, se levanta una voz poderosa (la de los portavoces del backlash) abonando todos los mitos respecto del ASI: que los psicólogos mienten, que los niños mienten, que las madres denunciantes mienten... mientras, en la intimidad de los consultorios, los terapeutas escuchamos, de boca de aquellos niños de ayer, las historias que los traen hoy por sus discapacidades en la vida.
ESTO ES LO QUE TE GUSTA PEDOFILO? A ESTO LLAMAS AMOR????